La Declaración de los Derechos Humanos es
consecuencia de los desastres que su incumplimiento ha provocado a lo largo de
la historia. Estos buscan principalmente que los derechos y libertades que en
ella se incluyen sean respetados a nivel internacional, basados todos ellos en
el respeto a la dignidad humana.
Nosotras
aquí y ahora, aunque en realidad siempre, creemos que si tenemos que elegir un
solo derecho de la Declaración de los Derechos Humanos, nos quedamos con el que
dice: “Todos debemos tener los mismos derechos y libertades, sin
distinción alguna de la raza, sexo o color. Tampoco debe importar la
nacionalidad, el idioma, la religión o la opinión política que tengamos o si
somos ricos o pobres”. Pensamos
que este derecho engloba a todos los demás, ya que defiende que todos tenemos
los mismo derechos y libertades sea cual sea nuestra situación. ¿Por qué por
una cuestión de raza tiene que ser una persona inferior o superior a otra? ¿o
por pensar de forma diferente? ¿o incluso por ser de otro sexo? Resulta
absurdo, ya que ninguno de nosotros hemos elegido donde nacemos, ni en qué
país, ni si íbamos a ser hombre o mujeres, ricos o pobres, musulmanes o
cristianos. Ante todo somos personas, y por ellos somos iguales. Es verdad que los
demás derechos también son muy importantes, pero la Declaración de los Derechos
Humanos no debe quedarse en un mero listado, sino que debe llevarse a cabo
activamente. Respeto a la dignidad humana, en esto se basan los Derechos Humanos,
y en ello debemos basar nuestra relación con los demás, no considerarnos
superiores a nadie por vivir en un país “desarrollado” o tener un móvil de última generación. Como dice el
grupo La Oreja de Van Gogh en una de sus canciones: “la vida más pequeña vale
mil veces más que la nación más grande que se invente jamás”.
Lucía
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